Mientras las recientes órdenes ejecutivas presidenciales apuntan a las comunidades inmigrantes con promesas de deportaciones masivas y desafíos a la ciudadanía por nacimiento, la Iglesia Metodista Libre del Sur de California (FMCSC) está adoptando una postura clara. En una poderosa carta pastoral, el superintendente Jon Sato llama a la iglesia a abrazar su herencia profética y apoyar a los afectados por estas políticas.
A nuestra familia metodista libre del sur de California,
Hace años, nuestra conferencia tenía una declaración de misión que contenía la frase “es bueno pertenecer”. Aunque oficialmente hemos dejado atrás esa declaración de misión, su eco aún resuena en nuestra conferencia, a veces expresado con calidez, a veces con ironía. Mientras esta nueva administración presidencial utiliza una retórica deshumanizante sobre las deportaciones masivas y trata a los seres humanos como meras estadísticas, debemos luchar profundamente con lo que realmente significa pertenecer.
La retórica y las acciones de la nueva administración, que lleva apenas una semana en el poder, no sólo son preocupantes, sino que están en total desacuerdo con el evangelio de Jesucristo. Sus palabras y políticas tratan a nuestros vecinos, amigos y hermanos en la fe como problemas que hay que resolver, en lugar de como personas a las que hay que amar. Para ser muy claros, no le tenemos lealtad a ninguna administración presidencial ni a ningún partido político. Sin embargo, como su superintendente y como seguidor de Cristo, es mi deber alzar la voz ante tal deshumanización.
Aunque este nuevo año comenzó con esperanza, me encuentro terminando enero en un lugar inesperado. Estoy más que exhausto, no solo por las demandas físicas y emocionales de ser padre de tres niños pequeños o de servir como superintendente, sino por el peso emocional de esta temporada. Los recientes incendios forestales que amenazaron nuestras comunidades, las sombras persistentes de COVID y ahora esta nueva administración presidencial, todo se siente abrumador. Mi mecanismo de defensa es volverme apático y entumecido. Siento que innumerables cosas pasan por nuestras pantallas exigiendo nuestra atención, nuestra energía emocional, nuestra respuesta. La tentación de pasar de largo, de desconectarnos, de protegernos de sentir más dolor es fuerte, al menos para mí. Y esta es la dura verdad que he tenido que enfrentar: mi capacidad de elegir si involucrarme o no en estos temas es mi profundo privilegio.
“¿De dónde eres?” Cuando respondo “Los Ángeles”, me responden: “No, ¿de dónde eres realmente?”. Puede que diga “Glendale”, pero no es eso lo que me preguntan. Quieren saber sobre mi herencia étnica, la historia de origen de mi familia. Si bien estas preguntas pueden parecer ajenas, reconozco que mi experiencia es muy diferente a la de muchos en nuestras comunidades. No me quedo despierto por la noche temiendo la deportación. No me preocupa que una parada de tráfico rutinaria pueda separarme de mis hijos. Mi privilegio me permite tratar estas cuestiones de pertenencia como meras molestias en lugar de amenazas existenciales. Cuando aparecen ante mí discusiones sobre deportaciones masivas, tengo el lujo de pasarlas por alto. Puedo elegir “esperar y ver qué pasa”. Puedo decidir si dejo o no que estas historias me rompan el corazón. Pero como seguidores de Cristo, cuya ciudadanía principal está en el Reino de Dios, no podemos permitirnos este lujo de desvincularnos.
Cuando el experto en la ley le preguntó a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?”, en realidad no estaba preguntando por los límites del vecindario, sino por la pertenencia. ¿Quién pertenece a su círculo? ¿A quién puede ignorar sin correr riesgo? ¿Quién cuenta como “uno de nosotros”? Jesús respondió con la parábola del Buen Samaritano, una historia que redefine radicalmente la pertenencia. El samaritano era alguien a quien la sociedad había considerado un extraño, y la moraleja no era sólo ayudar, sino ampliar nuestra comprensión de quién pertenece a nuestros círculos. Cuando hacemos eco de esa vieja frase “es bueno pertenecer”, debemos preguntarnos: ¿A quién nos referimos? ¿Sólo extendemos la pertenencia a aquellos que son seguros, convenientes o legalmente reconocidos? ¿O, como el samaritano, extendemos la pertenencia a todos los necesitados, independientemente de su estatus o documentación? Nuestra pertenencia principal es al reino de Dios, y ese reino no conoce fronteras.
A nuestros pastores y líderes de la iglesia: Este es un momento que exige coraje profético. La tentación de permanecer neutrales, de tratar de complacer a todos, de evitar cuestiones “políticas” es fuerte. Pero somos metodistas libres. Nuestra herencia es la de una oposición valiente a la injusticia. BT Roberts y nuestros fundadores no buscaron complacer a todos; buscaron complacer a Dios estando del lado de los marginados y oprimidos. Ustedes llevan hoy ese mismo manto.
Nuestra Junta de Obispos ha proporcionado orientación y recursos sobre este tema.
Recuerden: somos metodistas libres. Nunca hemos sido llamados a hacer que todos se sientan cómodos. Hemos sido llamados a seguir a Jesús con amor radical y acción valiente. En este momento crítico, los insto a orar con valentía, a predicar el evangelio completo, incluidas sus implicaciones en la forma en que tratamos al extranjero entre nosotros, y a crear santuarios de pertenencia en sus iglesias para aquellos que tienen miedo. Nuestra principal lealtad es hacia el Reino de Dios, no hacia ningún partido político o institución humana. Cuando realmente entendemos que pertenecemos primero al reino de Dios, cambia todo lo relacionado con la forma en que extendemos esa pertenencia a los demás.
Los recursos que nos brindan nuestra denominación y nuestros socios nos brindan formas concretas de ayudar a nuestras comunidades a navegar estos tiempos difíciles. Los insto a familiarizarse con estas herramientas y a compartirlas ampliamente. Pero lo más importante es que los insto a aceptar la incomodidad de estos tiempos, a resistir la apatía y a liderar con el coraje audaz y profético que siempre ha caracterizado a nuestro movimiento Metodista Libre.
Cuando Jesús concluyó la parábola, preguntó: “¿Quién de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” La respuesta fue sencilla: “El que tuvo compasión de él”. Luego vino el mandato que debería dar forma a todas nuestras discusiones sobre la pertenencia: “Ve y haz tú lo mismo”.
Vayamos y hagamos lo mismo con valor radical y amor feroz, porque realmente debería ser bueno pertenecer al reino de Dios, a un movimiento que defiende la justicia y a una comunidad que elige el amor.
En el amor valiente de Cristo,
Superintendente Jon Sato