Permanecer en la mesa: una respuesta cristiana a la división política

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La mañana después de las elecciones, un miembro de la iglesia se encontró corriendo como siempre por el barrio, pasando por casas con carteles políticos opositores. Cada cartel desencadenaba una reacción cada vez más visceral hasta que se dio cuenta de que estaba pensando: “Me di cuenta de que estaba mirando esas casas –casas de personas reales, mis vecinos– y pensando si los ayudaría si estuvieran en problemas. Fue entonces cuando supe que tenía que detenerme y examinar mi corazón”.

Este crudo momento de autorreflexión captura una lucha que muchos cristianos enfrentaron después de las elecciones presidenciales de 2024. Según La última encuesta del Pew Research Center, 82% de los evangélicos blancos votaron por el expresidente Trump, mientras que 85% de los protestantes negros apoyaron a la vicepresidenta Harris. El Centro de Investigación Cultural de la Universidad Cristiana de Arizona encontró que los cristianos representaron el 72% de los votantes que acudieron a votar, lo que hace que sus divisiones sean particularmente significativas para la unidad de la iglesia. Encuestas de salida de CNN revelan fisuras aún más profundas: el 73% de los votantes describieron sentirse insatisfechos o enojados por el estado de la nación, mientras que el 70% expresó preocupación por la posible violencia después de las elecciones.

 

La realidad de nuestra división

“Seguimos postergando nuestra responsabilidad”, observa el reverendo Dr. Fraser Venter, quien ha pasado más de 30 años en el ministerio pastoral centrándose en la justicia y la reconciliación. Esta postergación se produce de múltiples maneras: esperamos que los funcionarios electos resuelvan los problemas de la comunidad, esperamos que los líderes de la iglesia superen las divisiones o esperamos que alguien más dé el primer paso hacia la reconciliación. Mientras tanto, nuestras comunidades siguen fracturadas y nuestro testimonio como cristianos se ve disminuido.

La respuesta de la iglesia a la división política a menudo refleja estos patrones de responsabilidad diferida. Algunas congregaciones evitan por completo las conversaciones difíciles, mientras que otras permiten que la identidad política eclipse la identidad cristiana. Ambos enfoques no abordan el desafío fundamental que enfrenta la iglesia estadounidense: cómo mantener la unidad en Cristo y al mismo tiempo abordar honestamente los desacuerdos reales sobre cómo amar a nuestro prójimo y administrar nuestra nación.

Sin embargo, hay esperanza en recordar nuestra lealtad primordial. “Más allá de todas las diferencias políticas, tenemos un solo Salvador”, nos recuerda Venter. Esto no es sólo retórica aspiracional: es una realidad práctica. Cuando los cristianos se centran primero en su identidad compartida en Cristo, a menudo descubren que trabajar juntos en las necesidades de la comunidad crea puentes que superan las divisiones políticas.

 

If you stay long enough, you'll begin to see a change. - Bishop Kenny Martin

 

Permanecer en la mesa

El obispo Kenny Martin, que preside la Iglesia Metodista Libre de Estados Unidos en la Costa Oeste y en el centro sur del país, entiende la tentación de alejarse. “Lo más fácil para mí es decir: ‘Déjenme volver con mi gente’”, reconoce. Pero ve un llamado más profundo: “Si se quedan el tiempo suficiente, comenzarán a ver un cambio. Y quiero que los demás, cuando termine, sepan que él persistió porque era un llamado para esta familia”.

Creando espacio para el duelo

“Alguien tendrá que dejar la espada”, reflexiona el obispo Martin, “sentarse a la mesa y decir: ‘Escuchen, esta es la familia’”. Este proceso comienza con la creación de un espacio para el dolor y la preocupación genuinos sin apresurarse a solucionarlo. Los diferentes miembros de nuestra comunidad experimentarán los resultados políticos de manera diferente en función de sus experiencias vividas y vulnerabilidades percibidas. “No estamos diciendo que dejen de estar enojados, que lo superen”, enfatiza Martin. “Ahí es donde están”.

Construyendo relaciones reales

“Va a ser incómodo”, reconoce el obispo Martin. “Tenemos que tener alguna conversación sobre lo que va a ser incómodo”. Sin embargo, son precisamente estas conversaciones difíciles, mantenidas en el contexto de una relación, las que pueden llevar a una comprensión más profunda. La clave es mantener el compromiso a pesar de la incomodidad, reconociendo que la verdadera comunidad no se construye sobre el acuerdo, sino sobre el amor genuino y el respeto mutuo.

Preparando a la próxima generación

“Estamos preparando a quienes nos seguirán”, subraya el obispo Martin. Esta perspectiva a largo plazo nos ayuda a ver más allá de las tensiones políticas actuales y a asumir nuestra responsabilidad hacia las generaciones futuras. Así como nos apoyamos en los hombros de quienes mantuvieron la unidad a pesar de las divisiones anteriores, los cristianos del futuro observarán nuestro ejemplo de cómo sortear las diferencias políticas y, al mismo tiempo, mantener la comunión cristiana.

 

Una mesa más larga

“Servimos a una casa que es más grande que la casa”, nos recuerda Venter, refiriéndose a las instituciones políticas. “Nos gobierna un tribunal que es más grande que los tribunales de DC. Somos legislados por el Rey de Reyes”. Esta perspectiva no disminuye el compromiso cívico, sino que lo coloca en el contexto adecuado. Si bien los resultados electorales importan, no cambian nuestro llamado fundamental a amar a nuestros vecinos y trabajar por el florecimiento de nuestras comunidades.

Más tarde esa semana, el miembro de la iglesia volvió a esas mismas calles, esta vez orando por cada casa que pasaba, sin importar sus símbolos políticos. “No cambió inmediatamente mis sentimientos”, admite, “pero me recordó que estas son personas a las que Dios ama, personas por las que Jesús murió, personas a las que estoy llamado a amar sin importar cómo votaron”.

Esta práctica de elegir el amor en lugar del resentimiento no es fácil, pero es esencial para mantener el testimonio cristiano en tiempos de división política. Somos una familia en primer lugar, no porque estemos de acuerdo en todo, sino porque compartimos un Salvador que nos llama a amar incluso a aquellos con quienes estamos profundamente en desacuerdo. La mesa está servida. La invitación está abierta. La pregunta es: ¿elegiremos quedarnos?

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